Impactante película basada en una adaptación de la novela homónima de David Michell, con un gran contenido filosófico, y varios mensajes implícitos a los que ya nos tienen acostumbrados las adaptaciones que hacen Andy y Lana Watchowsky. Los creadores de Matrix se han unido a Tom Tykwer (director) para esta espléndida película, que si bien no ha alcanzado la fama y popularidad de las anteriores, sigue un patrón común, la generación de realidades a través del cine para hacer cuestionar al espectador su propia realidad. La trama discurre en varios escenarios y diferentes épocas, desde la fiebre del Oro de California en el siglo XIX hasta el lejano año 2300 d.C, con varias paradas intermedias. En este viaje de épocas se va perfilando el mensaje, dejando escenas de acción, amor y lucha, que como haría un artista en éxtasis, nos dejará impacientes por conocer el desenlace de las diferentes tramas, y por descubrir la obra definitiva.
En este viaje entre épocas veremos varias referencias a antiguos conceptos, desde a aparición implícita del concepto de Karma hasta la eterna lucha entre bien y mal, eso si, se representan de una forma muy diferente a la que el cine de Hollywood nos tiene acostumbrados. Se pueden observar las influencias de conceptos que salen de la visión cristiana habitual, para adentrarnos de lleno en un mundo carente de religión, pero llena de símbolos y de religiosidad.
En una cinta para verla sin prejuicios, que muestra un aperturismo a otras formas de pensar, sean estas compartidas o no por el espectador. Es innegable que existen muchas creencias en el mundo, las nuestras (las de la sociedad occidental), son solo verdaderas en el contexto social y temporal adecuado, ya que no lo eran antes ni probablemente lo sean después en otro tiempo tal como ha sucedido y con mucha seguridad seguirá sucediendo.
A nivel estético, aporta unos buenos efectos especiales, uniendo tecnología y tradición de una manera que la trama no se torna inconsistente, pues no es sencillo englobar tantas épocas en una sola cinta, así como unas buenas interpretaciones de los actores que deben encarnar diferentes personajes y rasgos de carácter en una sola obra.
El concepto de intuición, que obviamente nace de nuestra mente emocional y de nuestra experiencia, aunque luego sea racionalizado, queda patente en varias escenas clave de El atlas de las nubes. Aquello que sentimos que es correcto, es lo que indudablemente es correcto para nosotros en un determinado momento, lo es, y debemos aprender a confiar en ese instinto, pues a pesar de que pueda traer otro tipo de consecuencias negativas, el precio a pagar por su relegación al olvido puede ser mucho más alto. Con ello no estoy diciendo que nos convirtamos en seres sin razón, sino que escuchemos a nuestra emoción y sepamos que nuestro cuerpo sabe más lo que nos conviene que nosotros mismos, si no nos sentimos incómodos en una situación, podemos quedarnos en ella, pero es estúpido que si nuestro cuerpo nos está gritando desde hace tiempo hagamos oídos sordos a sus advertencias indefinidamente.
«(…) ahora entiendo que la frontera entre el ruido y el sonido es una convención, todas las fronteras son convenciones, que esperan ser superadas, puedes superar todas las convenciones con solo concebir la posibilidad de hacerlo(…)»
Muestra tanto la búsqueda o lucha interior de algunos personajes, como la lucha o la pretensión de cambio social de otros. Esa unión entre lo individual y lo colectivo, la interrelación de nuestros actos con el devenir de la sociedad en el futuro y su conexión con los actos de personas en el pasado, es el mensaje clave de la película. Se complementa con potentes diálogos, donde aparecen referencias explícitas a escritores, tales como Alexander Solzhenitzyn o Carlos Castañeda, en los que se apoya a y implícitamente a muchos otros autores clásicos fácilmente reconocibles.
Alberto Díaz
Coach y Director de DaysOfJohn
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